La dimisión que acabó con la dinastía de los Romanov con más de 300 años y con la historia de la monarquía rusa sucedió el 2 de marzo.
En pocos días el zar perdió todo el apoyo que tenía, sobre todo porque no estuvo a la altura de los hechos y, porque en la práctica, durante los días de Febrero, casi todos los sectores de la opinión pública, también sus más fieles defensores, fueron convenciéndose de que la única salida era la abdicación. Y la pérdida de apoyo no fue solo hacia su persona, sino también hacia la dinastía y la idea de la monarquía. Si es verdad que los trabajadores de Petrogrado, sobre todo los que estuvieron en la huelga y manifestación del 23 al 27 de Febrero, profirieron gritos y peticiones antizaristas, hay que tener en cuenta que eran favorables a los partidos socialistas, es decir, sectores que estaban fuera del Estado ruso de entonces, sectores que en principio el zar no escuchaba y que no estaban en la base de su poder.
Por otro lado, también es cierto que el zar o el «Gobierno», al menos el Gobierno hasta entonces, eran impopulares para una masa importante, sobre todo para los soldados; quizá estos sectores no fueran capaces de comenzar por sus propios medios las acciones, pero si caía el Gobierno, recibirían el hecho con buenos ojos. Pero en enero de 1917, la mayoría de las personas de la estructura estatal, por no decir todas, no pensaban en la abdicación del zar (y en un Estado no-democrático, son ellos los que realmente deciden la popularidad o el destino de un mandatario, más que las masas). Pues bien, antes de abdicar, el zar también perdió el apoyo de ese último sector. / Ler mais: k17.eus (euskaraz hemen)