[Prólogo de Iñaki Gil de San Vicente à obra ETA. La historia no se rinde, de Josemari Lorenzo Espinosa] Es un tópico decir que un libro es necesario, pero en este caso es verdad: hay que leer el nuevo libro de Lorenzo Espinosa titulado ETA. La historia no se rinde, publicado por Boltxe Liburuak, ese colectivo pequeño pero inmenso en su tarea. Son seis las razones fundamentales que explican esa necesidad: una y muy importante, porque rescata del olvido interesado opiniones, acciones, realidades sepultadas por la «normalización». Dos, porque plantea y responde unas dudas centrales para saber por qué cambió de bando la casta político-intelectual. Tres, porque lo hace desde un método crítico que descubre la historia real, la ocultada. Cuatro, porque, como efecto de lo anterior, vemos la profundidad y alcance de la filosofía de la praxis que desarrolló ETA. Cinco, porque a partir de ella redescubrimos el concepto de pueblo trabajador y su táctica de alianzas. Y seis, porque al editarlo Boltxe permite que se generalice un debate urgente sobre el futuro.
El peligro real que representaba para el poder capitalista lo que ya se define como V Biltzar largo, que luego aclararemos, radicaba en que con altibajos y escisiones iba creando un proyecto realmente comunista a pesar de sus lagunas y vacíos. A partir de un momento se llegó a hablar de la creación de un «marxismo nacional vasco», lo que requiere de muchos años, de mucha autocrítica e imaginación asentada en las lecciones de la lucha de clases. Todas las revoluciones victoriosas se han basado en que, mientras avanzaban, iban «nacionalizando», adaptando las lecciones esenciales universalmente válidas de la praxis comunista a los contextos particulares y sobre todo a las coyunturas singulares de y en sus pueblos, muy en especial si eran naciones oprimidas por Estados ocupantes. Todas ellas fueron –serán– luchas revolucionarias de liberación nacional que requirieron años y a la vez necesitaron generar su propia teoría. El V Biltzar se insertaba en esa dinámica objetiva a nivel mundial que no ha desaparecido porque responde a las contradicciones esenciales del modo de producción capitalista.
La formación de un marxismo vasco que se veía como necesidad imperiosa por algunos sectores según veremos más adelante, requería también el desarrollo de una independencia de pensamiento con respecto a la versión nacionalista española del socialismo y del marxismo que dominaba y domina aplastantemente. Las dificultades de las primeras asambleas de ETA para pensar un socialismo vasco indican la penosa travesía del desierto intelectual que debían realizar hasta comienzos de los años sesenta. Además, este proyecto atacaba el corazón material y simbólico de España como marco de acumulación de capital, por lo que era objeto de una implacable persecución debido, muy en síntesis, a cinco razones:
Una, con su lucha plural y activa contra todas las injusticias y opresiones, pero sobre todo a favor de la (re)construcción de la lengua y cultura vasca, y con una fuerte incidencia de la mujer trabajadora, desarrollaba una racionalidad y un potencial heurístico inasimilable por la lógica burguesa. Dos, iba directamente contra la oligarquía vasca que era y es lo mismo que decir contra el capital español. Tres, era la punta de lanza del innegable ascenso de las luchas de liberación nacional de los pueblos oprimidos por el Estado español. Cuatro, representaba la alternativa revolucionaria al reformismo descarado del Partido Comunista de España y encubierto de las izquierdas que terminarían aceptando la Monarquía. Y cinco, en Europa representaba uno de los focos revolucionarios más peligrosos en aquellos años, sino el que más, lo que desnudaba la mentira oficial de la llamada «transición democrática».
En las extremas condiciones de clandestinidad al final de los años cincuenta; con una herencia teórica muy pobre e influenciada por una caótica mezcla de catolicismo social, nacionalismo vasco demo-cristiano de derechas, ilusiones ideológicas nacionalistas pequeño burgués; toscas nociones de estalinismo y más tarde lecturas librescas de maoísmo, trotskismo, consejismo…; con detenciones continuadas, cárcel y exilio que imposibilitaban la necesaria estabilidad organizativa básica para efectivos cursillos de formación, etcétera, en estas duras condiciones que duraron como mínimo hasta mediados de los años setenta y a pesar de todo ello se sentaron las bases para que la izquierda abertzale desarrollara una impresionante fuerza de masas trabajadoras que también tenían su reflejo en las instituciones burguesas. / LER: lahaine.org