[De Josemari Lorenzo Espinosa] En los siglos contemporáneos, ya con la burguesía en el poder, aunque sea difícil de entender, se repiten los errores. A pesar de algunas guillotinas y chirriantes anacronías, los nuevos ricos, no solo soportan sino que utilizan y adoptan el carisma monárquico. Para dar lustre a sus orígenes plebeyos. Copiando las estúpidas formas de lujo y boato de las casas reales. De modo que la alianza Altar y Trono, de la época medieval, se transformará en Dinero y Trono, del nuevo capitalismo.
Políticamente, a menudo, se mantiene la figura de un Jefe del Estado. Sea rey o no. Adornando la cúpula del reino. Como una apuesta supersticiosa, para dar a entender al pueblo, que el Estado sigue siendo bendecido por la gracia providencial de los monarcas y sus graciosas formas. Que no ha habido ruptura. Que el poder de los bancos y los imperios, se sostiene con el favor de las dinastías y las oraciones de la Iglesia. Naturalmente esto no oculta el irrelevante papel político de esta figura. (BorrokaGaraiaDa)