Gracias a una corte de grandes medios y periodistas corruptos, a 24 días de la segunda recaptura de Joaquín Guzmán Loera la campaña de intoxicación (des)informativa no cesa. Alimentado con contradictorias versiones oficiales, declaraciones de fuentes anónimas, montajes televisivos y filtraciones parciales y selectivas de presuntos chats y carne podrida –término usado en la prensa para nombrar aquella información que se da con fines espurios−, la dosificación del guión gubernamental dirigido a trabajar con fines diversionistas sobre la siquis colectiva incluyó, las tres últimas semanas, la morbosa persecución sexista de Estado contra la actriz Kate del Castillo y la legisladora sinaloense Lucero Sánchez, y la producción de un endeble cortometraje sobre la cacería de El Chapo, elaborado por la Agencia de Investigación Criminal a cargo de Tomás Cerón, el mismo de la verdad histórica sobre el caso Iguala. (lahaine.org)
«Un llamado urgente en defensa del periodista palestino que está al borde de la muerte», de Carlos AZNÁREZ (Resumen Medio Oriente)
Sin embargo, no todos callan. Muhammad Al-Qiq, como haría cualquier reportero que se respete a sí mismo, venía informando día a día para el canal «Al Majd» sobre lo que veían sus ojos y sentía su cuerpo, con sólo dar un recorrido por las calles de Ramalah o de Jerusalén: niños golpeados y detenidos por arrojar piedras contra tanques, mujeres jóvenes asesinadas a las que se les «planta» un cuchillo para justificar el crimen, campos con cultivos de olivos arrasados, casas demolidas por pura venganza, ciudades como Hebrón o campos de refugiadas como Jenín, bloqueados militarmente y su población sufriendo todo tipo de humillaciones.
Precisamente, el informar con objetividad sobre la barbarie israelí, es el «delito» por el que fue detenido y torturado Al-Qiq hace tres meses en su casa de Ramallah.