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La guerra económica contra la Isla indómita continúa, siguiendo el fariseo recurso de culpar a la víctima. Como bien dice su precepto de guerra no convencional, se debe tratar de «lograr el extraño resultado de que la víctima no solo no se queje, sino que termine culpándose a sí misma de su desgracia y aplaudiendo al verdugo».
La intención yanqui es clara y tan antigua como sus deseos de poner de rodillas a los cubanos, apagar nuestros hogares, inmovilizarnos, aquietarnos y someternos. (Granma)