domingo, 11 de agosto de 2019

«Robaron gran parte de México, borraron media Bolivia, invadieron Nicaragua, asesinaron a Morazán»

[Quatro excertos de Espejos: Una historia casi universal, de Eduardo Galeano] En 1856, William Walker se proclama presidente de Nicaragua. La ceremonia incluye discursos, desfile militar, misa y banquete con cincuenta y tres brindis de vinos europeos.

Una semana después, el embajador de los Estados Unidos, John H. Wheeler, reconoce oficialmente al nuevo presidente, y en su discurso lo compara con Cristóbal Colón.

Walker impone a Nicaragua la Constitución de Louisiana y restablece la esclavitud, que treinta años antes había sido abolida en toda Centroamérica. Lo hace por el bien de los negros, porque las razas inferiores no pueden competir con la raza blanca, si no se les da un amo blanco que dirija sus energías.

Este caballero de Tennessee, el Predestinado, recibe órdenes directas de Dios. Cavernoso, patibulario, siempre vestido de luto, encabeza una banda de mercenarios, reclutados en los muelles, que dicen ser los Caballeros del Círculo Dorado y también se hacen llamar, modestamente, Falange de los Inmortales. (presos.org.es)