[De Josemari Lorenzo Espinosa] Se declara así, primero, una guerra fría entre vascos. Y luego, ya con la policia armada vasca de por medio, una caliente mini-guerra. La fecha inaugural de esta ruptura es Octubre de 1978. La primera manifestación contra ETA, en la calle Jose Antonio Primo de Rivera (hoy Sabino Arana). En la que los jelkides y los sociatas de Suresnes, reclamaron su sitio y la desaparición de ETA. Aquella manifestación, ante la que se horrorizaba Monzón en un artículo de EGIN, y que fue contestada por la Izquierda Abertzale con una paralela en la plaza Etxebarrieta, de Bilbao, se llamó de las palomas. El PNV soltó un par de palomas y dijo que eso y la derrota de ETA, era la paz. Y aquel día se escenificó el nuevo teatro vasco. Entre otras cosas, porque mientras los sotitas y sus amigos del P.S.O.Español, caminaban al son alegre de la paz, entre banderas victoriosas, los demás éramos apaleados en las siete calles por sus colegas de uniforme gris.
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El PNV ha tenido siempre bien claro que su enemigo principal era ETA. No era la España de Franco o sus continuadores monárquicos, ni la acogedora Francia. No eran los partidos españoles de la Conjunción republicano-socialista de 1930. Ni los del contubernio de Munich, del 62. Ni siquiera el PCE antifranquista, o sus escisiones de resistentes contra Franco. Ninguno de ellos podía disputarle las lentejas autonómicas. Si había alguien que podía desenmascararles en su propia casa e impedir, que las falacias del 77 y las renuncias posteriores pudiesen gobernar la CAV, no era otro que ETA. (BorrokaGaraiaDa)