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Pero del odio no sólo viven las ONG, los abogados, los funcionarios del Ministerio de Interior, la policía, la guardia civil, los municipales, las autonómicas, sino los fiscales, los jueces y toda una parafernalia de burócratas especializados en «detectar los contenidos tóxicos en las redes para poder hacer un seguimiento de los mismos», es decir, personas que viven de echar un vistazo al ordenador cada mañana. (movimiento político de resistencia)