sexta-feira, 2 de fevereiro de 2018

«Yolanda, "Jhisa"... Ni olvido ni perdón»

[De Ahaztuak 1936-1977] En estos días 1 y 2 de Febrero vuelve a cumplirse un nuevo aniversario del asesinato a mano de grupos fascio-parapoliciales de dos ciudadanos vascos: Yolanda González Martin, joven vecina de Deustu militante del PST (Partido Socialista de los Trabajadores) asesinada en Madrid el 1 de Febrero de 1980, y Jesú Mari Zubikarai Badiola, «Jhisa», joven vecino de Ondarru asesinado al día siguiente. En ambos casos el BVE (Batallón Vasco Español) reivindicaría los crímenes.

El asesinato de estos dos jovenes viene a desmentir, junto con otros crímenes, el mito de la «transición española» pacífica en realidad un periodo de gran violencia estatal y paraestatal contra los sectores populares. Crímenes como los cometidos contra Yolanda y «Jhisa» no hacen más que subrayar, junto con otras decenas de muertos y heridos, la gran mentira de la historia oficial que sobre la Transición han venido manteniendo durante décadas los que amañaron aquella gran trampa: los poderes del Estado -aquellos famosos «poderes fácticos»-, los franquistas maquillados de AP y los posibilistas de la derecha de UCD, junto a los tambien posibilistas del PSOE y el PCE.

La estrategia de asesinatos de militantes populares o personas cercanas a la izquierda -entre ellos los dos que en estos días recordaremos nuevamente- está totalmente ligada al cambio histórico: se disparan tras la muerte de Franco, se incrementan antes de la toma de decisiones políticas decisivas y descienden bruscamente cuando se da por zanjado el proceso democrático. Esto que decimos queda por ejemplo reflejado en las cifras aportadas por el periodista y escritor Mariano Sánchez Soler: entre 1975 y 1983, se produjeron 591 muertes por violencia política. Nada menos que 188 de los asesinados, los menos investigados, entran dentro de lo que el autor denomina violencia política de origen institucional. «Son los actos desplegados para mantener el orden establecido, los organizados, alentados o instrumentalizados por las instituciones del Estado. Pongo un ejemplo: al estudiante Arturo Ruiz lo mató en 1977 un miembro de los guerrilleros de Cristo Rey de los que ayudaban a la policía a reprimir las manifestaciones. Es lo que entonces se llamaban grupos de incontrolados», explica. (LER: ahaztuak)