[De Reinaldo Iturriza] Existe un cierto tipo de funcionario muy dado a la idea de que esta revolución, durante demasiado tiempo, «despilfarró» el dinero en su afán porque las clases populares se alimentaran más y mejor.
No me refiero a la preocupación genuina por adecuar oportunamente los precios y garantizar mínimos razonables de rentabilidad, de manera de hacer viable el propósito de disputarle a la oligarquía el control de la economía nacional, y ya no sólo de la fuente principal de la renta: el petróleo.
Me refiero al funcionariado que le tiene pavor a los controles (de precios), en general es reacio a los subsidios (de los alimentos); se siente cómodo negociando con los actores económicos que le garanticen cuotas satisfactorias de producción, es decir, con los grandes empresarios, sin preguntarse un solo segundo cómo producen y a qué precio (político, social, cultural).
Es un funcionariado que siente una muy profunda desconfianza por toda forma de organización popular: está absolutamente convencido de que los recursos que el gobierno nacional entrega a consejos comunales y Comunas es dinero perdido. Cuando tiene oportunidad, le apuesta de manera deliberada al debilitamiento de estas formas de organización, financiándolas con fines clientelares, suscitando la división en el seno del pueblo.
Entre uno y otro: poderoso grupo económico o pueblo organizado, se inclina siempre por el primero, excusándose en la imperiosa necesidad de «producir» y en la supuesta «incapacidad» del segundo para hacerlo. No le interesa sino hacer viable la reproducción del actual estado de cosas. / Ler: lahaine.org