[De Néstor Kohan] El pasado sábado 18 de febrero de 2017 se realizó un bonito, bueno y breve panel con los seis presidentes del Instituto Cubano del Libro (ICL), en el marco del Encuentro de editores y traductores en la XXVI Feria Internacional del Libro. Y digo seis, porque Pablo Pacheco, ya fallecido, no dejó de estar presente, aunque el homenaje a él rendido haya quedado por debajo de su importante obra.
[Nota de La Haine: Pablo Pacheco, además de un gran revolucionario, fue un buen amigo de La Haine. Por eso queremos subsanar en parte ese fallo de los intelectuales cubanos y rendirle el único homenaje que está a nuestro alcance, republicando este artículo aparecido originalmente en La Haine el 8 de julio de 2014, con ocasión de su lamentado fallecimiento.]
El compañero cubano Pablo Pacheco López, además de amigo entrañable, fue (es) precisamente eso. Un ratón erudito de biblioteca, un trabajador y organizador de la cultura detrás de escena, un editor sistemático en la sombra y un rebelde de la cultura revolucionaria comunista internacional. Humilde hasta el límite de la exasperación, de perfil bajo, de hablar bajito, pausado y reflexivo, de sonrisa irónica y caminar cansino, Pablo Pacheco navegaba entre los libros como en su hábitat natural. Su oxígeno era el papel y la tinta. Tenía una biblioteca personal impresionante. Cada estante de su casa albergaba en doble fila los ejemplares más increíbles. Las joyas más preciadas, las ediciones más inesperadas. ¡Todas leídas y transitadas! Cualquier libro que uno sacaba con dificultad del estante más alto e inalcanzable… estaba leído. Los libros no eran para él un adorno, sino su alimento y su sangre, su impulso de vida. / Ver: Cubadebate via lahaine.org