quarta-feira, 5 de setembro de 2018

Entrevista de Carlos Aznárez ao marxista basco Iñaki Gil de San Vicente

-¿Cómo evalúas la situación actual en el País Vasco, cuando ya han pasado siete años del abandono de la lucha armada por parte de ETA?

-Se está dando una situación, que aunque paradójica, en cierta forma estaba previsto de que fuera así. Hay un cambio de un sector a favor muy claro de priorizar la lucha institucional y parlamentaria, que anhela estar en el Parlamento y las instituciones vascongadas, desde una perspectiva de una negociación con la pequeña y mediana burguesía, con el Partido Nacionalista Vasco (PNV) aquí en la Comunidad Autónoma y con sectores representativos de ese partido como Geroa Bai en Navarra. Tienen un criterio de aunar esfuerzos de la llamada «sociedad civil», «sociedad democrática» etc., para una acumulación lenta en base a principios soberanistas, democrático-burgueses, de seguridad social, de derechos básicos que hay que recuperar después de tanta devastación social que han introducido, sobre todo el PP y el PSOE, los últimos dos gobiernos por parte de Madrid.

Esa es la interpretación oficial, pública, porque esta interpretación está prometiendo que el llamado Nuevo Estatuto, en el futuro que se abre, va a garantizar la posibilidad de que Hego Euskal Herria, Navarra y Vascongadas, puedan defender sus derechos, puedan tener derecho a la palabra, puedan presionar a Madrid desde dentro de las instituciones españolas.

Frente a eso, se constata una caída en las movilizaciones de defensa precisamente de esos principios. Mientras que por una parte hay movilizaciones de la juventud trabajadora, de las mujeres, de los jubilados y pensionariado, de la clase trabajadora, una movilización que se ve en las calles y que contrasta con la pasividad relativa que hay en el estado español. Hoy en Euskal Herria tenemos un nivel semanal del pensionariado movilizándose, la masividad de mujeres jóvenes trabajadoras que están en organizaciones también impresiona, los movimientos de los gaztetxes (centros sociales okupados) y de las organizaciones juveniles, son muy llamativos. También, la potencia de un nuevo sindicalismo de base joven que está avanzando hacia la izquierda viendo las limitaciones del sindicalismo clásico, incluso con tensiones entre las centrales LAB y ELA. Eso contrasta con la pasividad con las movilizaciones institucionales o del sistema parlamentario.

Hay dos mundos que se van distanciando poco a poco, donde hay un corte generacional muy fuerte, donde por una parte el mundo joven y sectores veteranos que se están sumando a la lucha, no solamente del pensionariado sino también de mujeres, trabajadores y trabajadoras. Ese corte se ha visto recientemente en la movilizaciones en Iruña-Pamplona y en otros sitios, en las manifestaciones que se organizaron en defensa del barrio Errekaleor en Vitoria-Gasteiz hace unos meses, en muchos otros sitios se está viendo todo eso. Este distanciamiento entre la Euskal Herria real, de las calles, de las movilizaciones, y la Euskal Herria institucional en cierta forma estaba previsto porque hay un vaciamiento de militancia de la antigua izquierda abertzale clásica que ha quedado perpleja.

Todo este bloque de problemas lleva, sin embargo, a otra contradicción: si el presente ya es duro la perspectiva de futuro es muy inquietante. En los dos últimos años el pueblo trabajador ha visto disminuidos sus ingresos en algo más de 600 euros mientras la burguesía se enriquece sobremanera. Por ejemplo, la industria del turismo, que en San Sebastián-Donostia supone en estos momentos el 13 o el 14% de la riqueza, por primera vez en los últimos años tiende a la baja. Todo indica que en el estado español el turismo ya ha llegado a un límite. Pero hay nubarrones más alarmante: el precio del crudo, el aumento del coste del dinero, la impagable deuda del Estado, la decisión de la burguesía de no ceder, la ralentización del crecimiento económico, la pérdida salarial continuada mientras suben los precios, el envalentonamiento fascista. Por poner un último ejemplo: a nivel estatal los servicios básicos de una vivienda han aumentado un 27% en diez años, mientras el salario ha descendido un 8%, y estos porcentajes también golpean al proletariado vasco. / LER: Resumen Latinoamericano