Por lo general, detrás de los grupos terroristas no gubernamentales se esconden estados que los financian. El autodenominado Estado Islámico no es la excepción. Surgido vertiginosamente como de la nada, el EI, Isis o Daesh es el comodín de turno del Pentágono estadounidense y sus aliados europeos de la OTAN, de la que la Francia del presidente François Hollande forma parte. Con sus asesinatos en masa, sus decapitaciones difundidas en las redes sociales, el secuestro de miembros de minorías religiosas y su califato en territorios de Irak y Siria, el EI es una creación artificial; con sus diversos disfraces, es el instrumento de la política genocida de un puñado de estados neocoloniales al servicio del gran capital. (lahaine.org)
«El sonido de la Tercera Intifada», de Leandro ALBANI (Resumen Medio Oriente)
Ya casi nadie habla de los muertos en Cisjordania y Gaza. Lentamente, como una niebla espesa que se disipa en un amanecer frío y gris, las palestinas y los palestinos abatidos por los colonos judíos y las fuerzas de seguridad israelíes dejan de existir en los grandes medios de comunicación. Como si hubieran pasado de moda o, mejor dicho, transformados en cifras estáticas y sin sentido. No es algo nuevo, sino que sucede desde hace setenta años, cuando fue creado el Estado de Israel en territorio palestino; un territorio arrasado, en un principio, por bandas paramilitares israelíes como la Haganá e Irgún, que luego fueron la base humana e ideológica del actual Ejército hebreo.