Desarrollar plenamente la civilización de mercado es la única garantía del capital mundial para mantenerse en el poder en medio de la crisis que le azota. [...] La derecha va acercándose a la extrema-derecha sin reconocerlo a viva voz y en medio del desconcertado silencio de un reformismo duro que a lo sumo que llega es a escribir un Plan B para la UE. Lo que está en juego realmente es un choque civilizacional entre el capital y el trabajo, no entre el cristianismo y el islamismo o cualquier otra clasificación.
[...] Aceptar incluso la remota posibilidad, por no hablar de probabilidad, de que el Plan B democratice radicalmente la UE y acabe con su esencia, es utópico. Es infinitamente más realista debatir sobre la actualización de la consigna de los Estados Unidos Socialistas de Europa. (lahaine.org)
«¿Pedagogía progresista? Las máscaras del pensamiento reaccionario en educación», de Manuel NAVARRETE (redroja.net)
Está en la historia de nuestro movimiento la creación de universidades obreras como la de Georges Politzer, pues, obviamente, todo incremento del nivel cultural de la clase obrera es emancipador, le ayuda a tener herramientas con las que interpretar lo que le sucede y construir soluciones. ¿No es evidente que el antiquísimo anhelo de reservar la cultura para una élite se está camuflando con argumentos procedentes del populismo más burdo? Bien lo expresó Marx, a modo de lapidaria sentencia, en ese episodio que le llevó a la ruptura con el sastre Weitling. Sucedió en una reunión. Marx planteaba que agitar a la población sin proporcionarle «ninguna base sólida para la acción» equivalía al juego vacío y deshonesto de los predicadores. Cuando Weitling defendió el método de los predicadores frente a los «análisis de gabinete» de Marx, este, iracundo, golpeó furiosamente la mesa haciendo caer la lámpara, se puso en pie y gritó: «¡La ignorancia jamás ha ayudado a nadie!».