Desde la niñez tuvo claro a qué clase pertenecía, aunque su bautismo llegó, tal y como él confesó en numerosas ocasiones, cuando al ser ordenado sacerdote lo destinaron a Triano, en La Arboleda. Allí conoció lo que era la desigualdad y la pobreza en un poblado minero sin luz mientras en Neguri, lugar de residencia de los dueños de esas explotaciones, la había de sobra. «Me pregunté cuál era mi misión como cura. ¿Decir misa? No. ¿Evangelizar? Tampoco. La dignidad de la persona está por encima de todos los evangelios y todas las religiones. Me quité la sotana, como digo yo, y me puse a trabajar. Allí no hacía falta un cura, allí había que dar conciencia de clase, había que trabajar en grupo, para hacer un pueblo mejor, había que luchar contra aquella desigualdad y aquella pobreza», explicaba. (lahaine.org)
«Eskerrik asko, Periko», de Iñaki O'SHEA e Tasio ERKIZIA (BorrokaGaraiaDa)
Tus análisis eran tan simples como certeros: «la burguesía nos quiere a todos en silencio y en casa. El único camino para la libertad de los oprimidos es la lucha», nos decías en la última entrevista que te hicieron en "Berria". Y estabas preocupado, como lo estamos nosotros y nosotras y todos los revolucionarios y revolucionarias de estas tierras, por la pasividad e individualismo que va in crescendo también entre los sectores más combativos de nuestro propio entorno. Pero al mismo tiempo tenías toda la esperanza puesta en esa juventud que se reúne en Ernai a la que tú tanto admirabas y querías.