Comprendí que mi misión humana no era otra que agregarme a la extensa fuerza del pueblo organizado, agregarme con sangre y alma, con pasión y esperanza, porque sólo de esa henchida torrentera pueden nacer los cambios necesarios a los escritores y a los pueblos». Pablo Neruda escribió estas palabras en 1971, al recoger el Premio Nobel de Literatura. Recordó a Rimbaud y acabó diciendo que, con la «ardiente paciencia» de la lucha, «la poesía no habrá cantado en vano». Neruda poeta y militante comunista escribió sobre la vida, el amor, las mujeres y, también sobre la opresión y «el tiempo encendido del combate». Dicen que murió en su casa de Isla Negra a los pocos días del golpe militar. Después de 38 años, la justicia chilena ha decido esclarecer lo que todo el mundo pensó y nadie dijo: que Neruda fue asesinado por orden de Pinochet. «Nuestras estrellas primordiales -escribió- son la lucha y la esperanza. Pero no hay lucha ni esperanzas solitarias. Por eso tal vez he llegado hasta aquí con mi poesía y también con mi bandera». ¿Qué sensibilidad especial poseen los poetas hacia la revolución, o la revolución hacia la poesía? ¿Dónde se juntan y se separan? ¿Dónde permanecen? El 7 de junio de 1968, el dirigente de ETA Txabi Etxebarrieta murió acribillado por la Guardia Civil en Benta Aundi. Contra el muro quedó la historia de su militancia, de su compromiso. Pero, como pensaba Neruda, su bandera y su esperanza se hicieron tan grandes como el tiempo de esa poesía, a la que no dejaron ser y todavía vive. «De saber que muero esta noche/ te buscaría locamente/ te auparía sobre mi muerte/ al país donde ha vivido mi amor por ti». 20-2-1966.
Amparo LASHERAS
Fonte: Gara